Wednesday, March 20, 2013

Arquitecta cubana de casi 100 años es ejemplo de trabajo

 

Por Brenda Medina
Publicado en El Nuevo Herald el sábado 16 de febrero del 2013

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Con casi 100 años de edad, hay muchas cosas que Oria Albarrán de Solís ya no recuerda, pero algo está intacto en su memoria: siempre amó lo que hacía.
 
“Cuando uno hace lo que le gusta, es una maravilla”, repite frecuentemente la arquitecta cubana residente en Key Biscayne. “Cuando uno ama su carrera, es un gozo”.  
Oria fue una pionera en varios aspectos. En los años 1930, Oria fue una de las mujeres que se graduó de Arquitectura en La Universidad de La Habana. Oria inició su carrera en el Ministerio de Obras Públicas cubano. En 1960, vino a la Florida junto a su esposo, el abogado Patricio Eugenio Solís, y sus hijos pequeños, Oria María, Patricia y Eduardo. Después la familia se estableció en Washington D.C. donde Oria se abrió camino como arquitecta en un campo laboral tradicionalmente dominado por hombres. Por varios años fue supervisora de diseños de edificios para el Servicio Postal de los Estados Unidos. Más tarde formó parte del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, y se encargaba de revisar instalaciones militares.
 
Oria proviene de una dinastía de arquitectos e ingenieros cubanos y, según contó, siempre supo que sería arquitecta. Sentada en el apartamento donde vive con su hija Oria María Pérez y su yerno Jaime Pérez Upegui, la nonagenaria observa fotos y reconocimientos que la ayudan a despertar los recuerdos. Entre estos mementos están un certificado de apreciación del Ejército de Estados Unidos y una colección original de postales de correo que le regaló el Postmaster General, la Navidad de1975.
“Al elegir mi carrera lo hice por amor, no por el dinero que podía ganar, y esa debe ser la manera de escoger una carrera”, aconsejó Oria. La gran mayoría de sus compañeros de trabajo fueron hombres, pero Oria no consideró esto un reto, comentó, sino una oportunidad para destacarse.
 
“Me encantaba trabajar entre hombres porque eran unos caballeros y me trataban como a una ‘plumita’”, apuntó Oria coquetamente. “Recuerdo que cuando teníamos reuniones, los supervisores que se dirigían a nosotros decían: “gentlemen and lady’”.
 
Entre las pocas colegas mujeres, estaba Solange Rangel, otra arquitecta cubana que trabajó en el antiguo edificio del Servicio Postal en la 12 calle y la avenida Pennsylvania, en Washington.
 
Rangel, de 75 años, se retiró hace poco más de una década, y ahora vive en Sun City Center, cerca de Tampa. Dijo que recuerda a Oria con mucha admiración, y como una de las arquitectas más destacadas de su departamento.
 
“Cualquiera que trabajaba con Oria se beneficiaba enormemente porque era muy profesional y ética”, dijo Rangel. Las primeras experiencias de Oria con planos arquitectónicos fueron cuando era una niña, sentada en las piernas de su padre, el ingeniero Eduardo Albarrán, en su oficina de La Habana.
“Los sábados mi padre me llevaba con él a supervisar las construcciones y después íbamos a la oficina a revisar los planos”, recordó. “Para mí era tan divertido todo lo que hacía mi papá”.
 
Según Rangel, aunque no conoció a Oria en Cuba, había escuchado sobre la familia Albarrán en la Facultad de Arquitectura.
 
“Cuando yo estudiaba, ya el 30 por ciento de la facultad estaba compuesta por mujeres. Sin embargo, cuando Oria estudió eran menos”, recordó Rangel. “Así que ella fue una de las que nos abrió caminos en Cuba”.
 
Eduardo Albarrán perteneció a la firma de arquitectos e ingenieros Albarrán y Bibal, que entre otros edificios icónicos, construyó el Auditorium de La Habana. Oria es la mayor de cinco hermanos, y la única que aun vive. Su hermano menor, Eugenio Albarrán, también estudió Arquitectura. Pero Eduardo Albarrán no pudo disfrutar de los éxitos de sus hijos. El ingeniero murió cuando Oria era una adolescente.  
En parte, su cercanía con su padre se debió a que, para su época, Oria era una chica poco tradicional. Gustaba del arte, especialmente la música, pero a la hora de elegir un instrumento en vez del piano prefirió tocar la guitarra.
 
“Con mis amigos y con mi esposo salíamos dar serenatas”, apuntó con una sonrisa y luego cantó una estrofa de su canción más solicitada, Ojos Brujos. Junto a su madre, Oria Valera, Oria Albarrán fue miembro de la Sociedad Pro Arte Musical, en Cuba, una organización liderada sólo por mujeres que promovía el arte en la isla.
 
Aunque admiraba los talentos de su madre, a Oria Albarrán no le atraía cocinar o bordar, como a Valera.
 
“Eso no era lo mío”, afirmó entre risas. “Mira que lo intenté, pero no me gustó. Yo quería dibujar, hacer planos, supervisar construcciones, ir al trabajo todos los días”.
 
El 12 de abril, cuando Oria celebre sus 100 años de edad, también será la celebración de una trayectoria de éxitos y de una vida de satisfacciones. “Lo más importante es hacer lo que a uno le gusta”, repitió Oria, quien se retiró en 1982. “Con eso se tiene la felicidad garantizada”.





 

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