Wednesday, March 27, 2013

Cuban pianist Bebo Valdes dies in Sweden at age 94

 
The news of his death was confirmed by Cindy Byram, the agent of Valdes' son Chucho Valdes, who is a well-known musician in his own right. A cause of death was not given.
 
The senior Valdes studied piano and later taught it to Chucho (Jesus Dionisio Valdes), who went on to become a founding member of the internationally acclaimed Cuban-based jazz band Irakere.
    
The father began playing accompaniments at Havana's famous night clubs in the 1940s. He then worked with singer Rita Montaner as her pianist and arranger from 1948 to 1957, when she was the lead cabaret act at the Tropicana.
 
His orchestra Sabor de Cuba also accompanied singers Benny More and Pio Leyva at the club. It was during this period that he and rival bandleader Perez Prado developed the mambo, a rhythmic style of dance music that swept the world. Valdes and his orchestra devised another rhythm called the batanga which he said helped differentiate his sound from Perez Prado's.
 
The senior Valdes maintained a parallel interest in jazz music and took part in many important sessions, some recorded on Cuba's renowned Panart label.
 
"I was a jazz musician from a very young age," Valdes once said. "I started playing like the first jazz pianist I heard, a guy who was popular when I was a kid: Eddy Duchin." He said other influences were Fats Waller, Art Tatum, and Bill Evans.
 
In 1958, he worked on Nat "King" Cole's album "Cole Espanol," collaborating with arranger Nelson Riddle on the orchestral backing tracks that were all recorded in Havana. He also worked with singers Lucho Gatica and Mona Bell.
Following Fidel Castro's communist revolution in 1959, Valdes left Cuba, traveling to Mexico in 1960 accompanied by singer Rolando La Serie, but without his children.
 
Valdes said one day a revolutionary guard went to his house demanding the pianist accompany him to a plaza where Castro was giving a speech. "I asked if there was going to be music there and he replied to me that Castro was music," he said, adding that he then knew it was time to go.
 
After a brief stay in the United States, Valdes set off on a European tour.
 
Valdes went to Stockholm in 1963 for a concert with the Lecuona Cuban Boys and fell in love with a Swedish woman, Rose Marie Pehrson, a cavalry officer's daughter.
 
They got married the same year and he settled in Sweden. He described it as the most important moment of his life.
 
"It was like being hit by lightning," he said. "If you meet a woman and you want to change your life you have to choose between love and art."
 
Valdes lived in Stockholm until 2007 where he often struggled to interest people in Cuban music and Latin jazz. He earned a meager living playing in restaurants, on boat cruises and in some of Stockholm's finest hotels, although he said he did once consider becoming a bus or taxi driver.
 
Valdes was not able to see his increasingly well-known and Cuba-based son Chucho until 1978 when he visited New York for the first time in 18 years and attended a concert.
 
The father often told an anecdote of how a Cuban regime minder came up to him after the concert and said, "See how well we have shaped your son?"
 
He said he retorted, "I'm very glad, but when was that? Because Chucho played piano at home with me when he was four years old and at 16 he joined a band called Sabor de Cuba, my band."
 
Valdes' career got a late boost in 1994 when he teamed up with saxophone player Paquito D'Rivera to release a CD called "Bebo Rides Again."
 
"All musicians want to be famous and I think I've recently experienced some of the biggest moments of my life," Valdes told Svenska Dagbladet.
 
Nine years later Valdes worked with Spanish singer-songwriter Diego Cigala on "Lagrimas Negras," a flamenco-jazz fusion style CD that won Best Record of the Year by the New York Times. The experience attracted him to Spain where he settled after leaving Stockholm.
 
Valdes then worked with Chucho to release the CD "Juntos para Siempre" (Together Forever) in 2009. The father and son toured Europe at least twice.
 
Valdes won five Grammy Award in the categories of Best traditional tropical album and Best Latin jazz albums: two for "El arte del sabor" in 2002, one for "Lagrimas Negras" in 2004 and two for "Bebo de Cuba" in 2006.
 
Asked how he found the energy to keep performing he said, "What else would I do? Watch TV? No, I'd rather play the piano. I will play until I die."
 
Valdes is survived by wife Rose Marie, daughters Mayra and Miriam, sons Raul, Jesus "Chucho," and Ramon (born in Cuba) and Raymond and Rickard, who are Swedish.

Associated Press correspondents Karl Ritter in Stockholm and Sigal Ratner-Arias in New York contributed to this report.

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Wednesday, March 20, 2013

Arquitecta cubana de casi 100 años es ejemplo de trabajo

 

Por Brenda Medina
Publicado en El Nuevo Herald el sábado 16 de febrero del 2013

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Con casi 100 años de edad, hay muchas cosas que Oria Albarrán de Solís ya no recuerda, pero algo está intacto en su memoria: siempre amó lo que hacía.
 
“Cuando uno hace lo que le gusta, es una maravilla”, repite frecuentemente la arquitecta cubana residente en Key Biscayne. “Cuando uno ama su carrera, es un gozo”.  
Oria fue una pionera en varios aspectos. En los años 1930, Oria fue una de las mujeres que se graduó de Arquitectura en La Universidad de La Habana. Oria inició su carrera en el Ministerio de Obras Públicas cubano. En 1960, vino a la Florida junto a su esposo, el abogado Patricio Eugenio Solís, y sus hijos pequeños, Oria María, Patricia y Eduardo. Después la familia se estableció en Washington D.C. donde Oria se abrió camino como arquitecta en un campo laboral tradicionalmente dominado por hombres. Por varios años fue supervisora de diseños de edificios para el Servicio Postal de los Estados Unidos. Más tarde formó parte del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, y se encargaba de revisar instalaciones militares.
 
Oria proviene de una dinastía de arquitectos e ingenieros cubanos y, según contó, siempre supo que sería arquitecta. Sentada en el apartamento donde vive con su hija Oria María Pérez y su yerno Jaime Pérez Upegui, la nonagenaria observa fotos y reconocimientos que la ayudan a despertar los recuerdos. Entre estos mementos están un certificado de apreciación del Ejército de Estados Unidos y una colección original de postales de correo que le regaló el Postmaster General, la Navidad de1975.
“Al elegir mi carrera lo hice por amor, no por el dinero que podía ganar, y esa debe ser la manera de escoger una carrera”, aconsejó Oria. La gran mayoría de sus compañeros de trabajo fueron hombres, pero Oria no consideró esto un reto, comentó, sino una oportunidad para destacarse.
 
“Me encantaba trabajar entre hombres porque eran unos caballeros y me trataban como a una ‘plumita’”, apuntó Oria coquetamente. “Recuerdo que cuando teníamos reuniones, los supervisores que se dirigían a nosotros decían: “gentlemen and lady’”.
 
Entre las pocas colegas mujeres, estaba Solange Rangel, otra arquitecta cubana que trabajó en el antiguo edificio del Servicio Postal en la 12 calle y la avenida Pennsylvania, en Washington.
 
Rangel, de 75 años, se retiró hace poco más de una década, y ahora vive en Sun City Center, cerca de Tampa. Dijo que recuerda a Oria con mucha admiración, y como una de las arquitectas más destacadas de su departamento.
 
“Cualquiera que trabajaba con Oria se beneficiaba enormemente porque era muy profesional y ética”, dijo Rangel. Las primeras experiencias de Oria con planos arquitectónicos fueron cuando era una niña, sentada en las piernas de su padre, el ingeniero Eduardo Albarrán, en su oficina de La Habana.
“Los sábados mi padre me llevaba con él a supervisar las construcciones y después íbamos a la oficina a revisar los planos”, recordó. “Para mí era tan divertido todo lo que hacía mi papá”.
 
Según Rangel, aunque no conoció a Oria en Cuba, había escuchado sobre la familia Albarrán en la Facultad de Arquitectura.
 
“Cuando yo estudiaba, ya el 30 por ciento de la facultad estaba compuesta por mujeres. Sin embargo, cuando Oria estudió eran menos”, recordó Rangel. “Así que ella fue una de las que nos abrió caminos en Cuba”.
 
Eduardo Albarrán perteneció a la firma de arquitectos e ingenieros Albarrán y Bibal, que entre otros edificios icónicos, construyó el Auditorium de La Habana. Oria es la mayor de cinco hermanos, y la única que aun vive. Su hermano menor, Eugenio Albarrán, también estudió Arquitectura. Pero Eduardo Albarrán no pudo disfrutar de los éxitos de sus hijos. El ingeniero murió cuando Oria era una adolescente.  
En parte, su cercanía con su padre se debió a que, para su época, Oria era una chica poco tradicional. Gustaba del arte, especialmente la música, pero a la hora de elegir un instrumento en vez del piano prefirió tocar la guitarra.
 
“Con mis amigos y con mi esposo salíamos dar serenatas”, apuntó con una sonrisa y luego cantó una estrofa de su canción más solicitada, Ojos Brujos. Junto a su madre, Oria Valera, Oria Albarrán fue miembro de la Sociedad Pro Arte Musical, en Cuba, una organización liderada sólo por mujeres que promovía el arte en la isla.
 
Aunque admiraba los talentos de su madre, a Oria Albarrán no le atraía cocinar o bordar, como a Valera.
 
“Eso no era lo mío”, afirmó entre risas. “Mira que lo intenté, pero no me gustó. Yo quería dibujar, hacer planos, supervisar construcciones, ir al trabajo todos los días”.
 
El 12 de abril, cuando Oria celebre sus 100 años de edad, también será la celebración de una trayectoria de éxitos y de una vida de satisfacciones. “Lo más importante es hacer lo que a uno le gusta”, repitió Oria, quien se retiró en 1982. “Con eso se tiene la felicidad garantizada”.